miércoles, 23 de octubre de 2013

BLIJ, Colomer, Evolución de la enseñanza literaria, Inmaculada Ribes Soler.

Antes de la invención de la imprenta en el siglo XV, la enseñanza de la literatura y el dominio de la retórica eran esenciales para desempeñar tareas profesionales. Sin embargo, a partir de dicho siglo y hasta el XIX, con la Reforma Protestante, las lecturas pasaron a ser un aprendizaje con una finalidad moral y memorística para la formación profesional.
A principios de siglo XX hubo corrientes pedagógicas; entre ellas las bibliotecas públicas, que ayudaron a cultivar la sensibilidad con la lectura y obras de calidad adecuadas a la edad de niños y adolescentes. También con la literatura universal, se pudieron en práctica métodos pedagógicos  con diálogo y conversación para la lectura de obras completas y antologías de fragmentos literarios.
A partir de los años 70, hubo una renovación del área de lengua con los avances de la lingüista, en los que hay un dominio de los ejercicios comunicativos de lengua y expresión oral, y por tanto, la literatura deja de ser el eje de la formación escolar. De esta manera se produce una crisis de la enseñanza de la literatura en países como Francia, Italia e Inglaterra, que le dan más peso a la prevalencia del comentario de texto que a la función ideológica de la literatura.
Con el tiempo, estas puestas educativas de los 70 produjeron insatisfacciones en el modelo didáctico: en primaria se restringía el dominio de creación de la literatura; y en secundaria la programación predeterminada ocasionaba un alejamiento de interés y capacidad por parte del alumno.
Más adelante, en los años 80, se pasó del método basado en la centralidad del texto, a un cambio de perspectiva basado en procesos de comprensión y construcción del pensamiento cultural con “la enseñanza de la literatura”. De esta manera, la literatura tenía un valor epistemológico para interpretar la realidad y construir el entorno sociocultural  del individuo, y se trataba de un instrumento social que daba sentido a la experiencia.
Con esta “enseñanza literaria” se desarrolla una competencia literaria que, por una parte implica al lector para que busque la gratificación de las lecturas mediante un buen criterio de selección de textos. Y por otra parte que progrese en el dominio de las convenciones. Los discentes, además, deberemos favorecer al desarrollo de esta competencia literaria provocando la expresión en el aula y utilizando textos con elementos que ayuden a aumentar las capacidades interpretativas. 

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